¿Has oído hablar del vino naranja? Parece que sea la última moda, en los restaurantes modernos y los bares de vinos lo están petando… pero créenos, no es algo nuevo, es un tipo de vino tan antiguo como el resto, con más de 8.000 años!
Más detalle - Cómo se hace:
El color del vino proviene de las pieles de las uvas; con lo que, dicho de manera muy simplificada, para que el tinto sea de ese color, las uvas maceran con sus pieles durante tiempo; y más adelante en el proceso, una vez terminada la fermentación alcohólica (tema para otro día…), se “cuelan” las pieles, ramas, etc que queden y se prensa para que quede el vino tinto que conocemos.
Si hablamos del rosado, las pieles maceran menos tiempo; y para el blanco (elaborado con uvas de color verde, no tintas, y por tanto con menos color) las pieles se retiran antes de la fermentación, con lo que no se dejan reposar con el zumo fermentado.
Si alguien no experto quisiera hacer vino, a lo casero, como experimento del cole, lo que le pasaría por la cabeza es dejar las uvas enteras fermentando, ¿no? Con todo; pieles, pepitas… incluso para el vino blanco. ¿Qué pasa si hacemos esto? Pues que el “poco tinte” de la uva sí colora el vino resultante, dejándolo color anaranjado.
Origen:
Se cree que el origen de este tipo de vino es el mismo que el del resto: en lo que hoy en día es Georgia, se encontraron restos arqueológicos de vasijas con zumo de uva fermentado de hace más de 8.000 años, véase: el vino más “antiguo” conocido.
Esta práctica se remonta a los tiempos en los que era necesario usar inventiva para preservar los alimentos; utilizar algún sistema para evitar el deterioro y oxidación del vino blanco, y es eso lo que le proporciona la maceración con pieles a un vino, pues su contacto ayuda con la presencia de sulfitos naturales en el vino durante la fermentación, ayudándole a crear resistencia.
¿Novedad?
Como ves, no. No se trata de una novedad, sino de algo que se ha lanzado al mercado como recuperación, aprovechando el creciente interés de los vinos naturales y de mínima intervención; con el afán de crear movimiento en un mercado como algo comercialmente “novedoso”. Pero hay zonas de España en las que se han elaborado estos vinos (fermentando con las “porquerías” de la uva) toda la vida, como por ejemplo los “brisats” catalanes.
Cata:
¿Entonces son blancos con más color? Pues no… El hecho de estar elaborados con mínima intervención y éstos restos de la viña que fermentan con el zumo en el proceso de elaboración del vino, no sólo aportan color; también algo de amargor (o tanicidad, otra palabra para un glosario futuro) y aromas. Son, por tanto, vinos “poco convencionales”, ideales para darle un vuelco a tu bodega o a cualquier copeo o cena con amigos.
¿Lo has probado alguna vez? ¿Qué te ha parecido? ¡Cuéntanos!